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lunes, 29 de abril de 2013

Las Palabras



Palabras.  Esta es una de las películas que he visto este fin de semana (en vez de dibujar, sí, cómo me conocéis) y que me ha hecho reflexionar sobre lo que significa ser escritor-a.

A estas alturas y todavía me cuesta reconocer que soy una escritora, entre otras cosas, más buena o menos, más popular que erudita, tal vez, pero escritora al fin y al cabo.  Quien escribe merece el derecho a que se le reconozca la afición, que sea profesional o no es otro asunto que muchas veces queda lejos de nuestra voluntad y corresponde a los caprichos comerciales, la bonanza económica y el criterio del editor de turno. Son malos tiempos para los escritores noveles, así que imagino las grandes obras que en estos momentos duermen en una carpeta olvidada dentro de un armario o, con suerte para la humanidad, pululan en los cables de la Red.

Hablando de Internet, autores noveles y blogueros artistas, el otro día presenté mis Virgencias a una conocida editoral del género y la respuesta me dejó de piedra.  Puede que simplemente fuera una excusa piadosa para no decir lo mismo de siempre: "Gracias, gracias, gracias pero no nos interesa su obra".  Me dijeron que sólo aceptaban manuscritos originales y como lo tengo publicado en Amazon, nanai.  Y cuando no estaba en Amazon lo tenía igualmente en el Bar Canalla, de la misma manera que estoy subiendo mi segunda novela y algunos relatos sueltos.  ¿Significa eso que un escritor ha de pasarse dos o tres años escribiendo para sí mismo y luego otro año más tratando de enamorar a alguna editorial?  ¿Y, si no encuentra editorial y sólo entonces, lanzarse a la autoedición o enterrar su obra con mucho dolor bajo un árbol del parque?  Hum...  No estoy de acuerdo.  Tal vez porque yo he crecido como escritora rodeada de lectores y para mí han sido el impulso básico para seguir escribiendo, seguir creciendo.  ¿Sería la madre de mis creaciones sin ese aliciente?  Escribo para mí misma, como una necesidad vital, pero es pensando en los demás cuando me supero.  Éste debe ser uno de los mayores dilemas a los que se enfrentan los escritores jóvenes que han aprendido a convivir con Internet y conocen sus posibilidades de expansión.  ¿Internet es una ayuda, un cambio o la muerte de la edición en papel tal y como la conocemos?

A veces imagino la felicidad que sentiría Anaïs Nin si viviera en estos tiempos de autoedición instantánea y gratuita.  Para quien no lo sepa, la genial Anaïs, reconocida como una de las más notables escritoras de literatura erótica, intelectual, feminista y librepensadora del siglo XX, tuvo que crearse su propia editorial para poder distribuir sus obras porque ninguna otra editorial quiso darle la oportunidad en su juventud.  Alcanzó la fama en la madurez y ya muy enferma.  Mejor tarde que nunca, por lo menos el éxito tardio nos permitió disfrutar de esta genial escritora a las nuevas generaciones, de lo contrario tal vez hubiera acabado en el olvido.  Pondré otro ejemplo de escritor nato, Franz Kafka.  De él se dice que su obra es de la más influyente de la literatura universal pero debéis saber que escribía en su tiempo libre y que lo que le daba de comer era un burocrático trabajo en una compañía.  La lista podría ser interminable y hay para todos los gustos y géneros.  ¿Qué me decís de la tan famosa Jane Austen?  Es una escritora clásica de la novela inglesa y en Hollywood se la adora a la par que Shakespeare.  Jane no consiguió mantenerse ni por puro asomo gracias a la literatura, malvivía con la paga que le facilitaban sus hermanos y asumió, no siempre con éxito, el riesgo de publicación de sus novelas.

Sin ir tan lejos, podría citar ejemplos de bestsellers actuales a los que sólo la suerte o el destino ofreció una oportunidad.  Aunque... ¿Aprovecharon esa oportunidad para desarrollarse como escritores o vendieron su alma al Diablo?  Pensad, queridos míos, pensad en esas obras que considerastéis geniales pero cuyas secuelas no estuvieron a la altura.  La película "The Words" (Palabras Robadas) refleja muy bien lo que sería escribir con alma y lo que sería escribir por profesión.  A lo mejor no se puede escoger, a lo mejor cada escritor sólo tiene la capacidad de crear una o dos obras geniales y luego ya no da a más.  Resulta triste pensar eso aunque es a la conclusión que se llega cuando se analizan los bestsellers modernos y las triologías que nos llueven a cántaros desde el comercializado y falto de corazón mundo de las grandes editoriales.

No ambiciono la fama, sueño con seguir amando lo que escribo.
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