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viernes, 26 de octubre de 2012

Ella, tú y yo (4)



Pies enlazados bajo las sábanas dibujando caricias.  Soy capaz de adivinar quien es la dueña del piececito sólo por la forma de moverse e inclinarse.  Su pies son tímidos, los tuyos, inquietos.  Me paseaban sus deditos pantorrilla arriba, pantorrilla abajo, tratando de disculparse sin palabras.  ¿Vas a castigarme por ser de sangre caliente?  Es mi mayor atractivo.  No pude evitarlo, acerqué la mano a su vientre con cuidado de que no te dieras cuenta...  ¡Fui una estúpida, lo sé!  Pero tu lado de la cama despedía tufillo a azufre y reproches, pensé que primero conquistaría a una, luego a la otra y volveríamos a hacer el 689.  Quien diria que le encontraríamos un uso tan divertido a las matemáticas.  No tuve en cuenta que sus gemidos mimosos delatarían la ecuación.
Pero te mantuviste en calma mientras confabulabas junto a Zeus la mejor venganza.  Serena y lúcida como un águila que espera el momento de atacar y llevarse la mejor tajada.
La llama de su cuerpo me atrajo fatídicamente.  No recuerdo cuando dejé de estar tumbada para situarme encima suyo, entonces te abalanzaste sobre nosotras.  Cuando sacas el lado salvaje me das miedo, mucho miedo.  Con tus dientes en mi yugular, me quedé quieta, las manos apoyadas a los lados en señal de rendición.  No me mate señora pantera, por favor, tengo a dos lindas amantes a las que cuidar y alimentar con cariño.  Demasiado tarde para la piedad, tu garra en mi espalda iba marcando surcos tan lentamente que Freddy Krueger haría el ridículo a tu lado.  Ah, cómo iba a explicar eso en el gimnasio.
Ella, incapaz de defenderme de tu oscuridad, me daba besitos para consolarme.  Aquello me sonaba a complot, a trampa mortal pero puede que fuera la paranoia nocturna de un sábado confuso.
Me agarraste los soles... ¿Cómo?  Los globos del mundo, los montes del lado oscuro de Venus, los mullidos...¡Coño, el culo!  ¿Para qué vamos a andarnos con finuras en la escena dramática?  Tu uñas en mi carne ¡Cómo escuece tu amor, cielo!  Me separaste con poca delicadeza... y la otra sigue que dale con sus besitos, y me la enchufaste sin compasión, la garra, digo la mano... ¡La madre que te...!

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2 comentarios:

  1. La situación se le fue de las manos.
    Parece que son demasiado distintas entre si como para llevar una vida en paz.

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