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viernes, 15 de febrero de 2013

Mademoiselle D'Artagnan y los Tres Mosqueteros (6)



Ah, qué mujer.  Para allá que iba Aramis como zorra astuta alejando a los perros de su querida.  Míralos, cómo corrían tras una falda, pronto habían olvidado su misión de dar caza al mosquetero, primaban más las razones de la entrepierna.  No la alcanzarían, no, que era ella más rápida y más lista y aún alguno volvería a casa con los pies por delante.  

Una vez los alaridos de la jauría se apagaron, remó D’Artagnan hacia la orilla donde la esperaba comiendo tranquilo y ajeno a la aventura su feliz jamelgo.  Relinchó en forma de saludo, ella le acarició el morro en respuesta y suspiró melancólica.
    - ¡Ay, amigo! Enamorarse es conocer la soledad.
Montó y al momento echó en falta su falda, ni una mísera enagua le había dejado.  ¡Ni siquiera unos pantalones!  La casaca tapaba lo justo, dejando sus bonitas piernas al aire, pero el asunto aquí era lo incómodo del roce de la silla con su preciada joya.  Si llegaría intacta a destino, lo desconocía.
    - ¡Arri!  Pero despacito. ¡Eh!
Y así cruzó el puente nuestra protagonista y para casa del amigo de Porthos marchó.  Menos mal que había memorizado la dirección porque las señas y la carta de recomendación se habían quedado en la falda prestada.

    Cayó la noche pronto y poca vergüenza pasó la jovencita, de no ser por unos chiquillos que la siguieron un trecho admirados por las pintas que llevaba.  ¡Comediantes! ¡Comediantes! - gritó uno.  Si ella no se lanzó al galope fue primero porque su caballo había pasado la edad de los trotes y segundo para que no le volara el volante de la casaca y a las piernas desnudas se sumara su blanco trasero al espectáculo.
    - Rue d’Avignon... Rue de l’amour... qué oportuno, pero la Rue des Châteaux no la veo, no hay ningún indicador.  A no ser que la casa del amigo sea ese castillo rodeado de viñas.  No, imposible, un mosquetero tan bien pagado no existe - cavilaba en voz alta D’Artagnan pero el frío calaba ya en los muslos y se cansó de dar vueltas -.  Tal vez se apiaden de mí las criadas y me dejen dormir en el pajar.
    Al llegar al portón del castillo, bajó del caballo, palpó con cautela sus intimidades, que estaban inflamadas y palpitantes, y acarició sus posaderas no menos castigadas.  Se tomó dos minutos para preparar su discurso, carraspeó y golpeó la puerta con la aldaba.  Nadie contestó y volvió a intentarlo y aún una tercera vez antes de darse por vencida.
    - ¡Ya voy! ¡Ya voy! ¿Quien viene a molestarme a estas malditas horas?
    Abrió la puerta un hombre con la camisa desabrochada y la casaca de mosquetero mal colocada, que le caía por un hombro.  Fue tan impactante la primera impresión que tuvieron el uno del otro que se quedaron mudos.  Ella esperaba un criado, mayordomo o incluso un señor de correctos modales, pero se encontró con lo que parecía un vagabundo greñudo, mal vestido y apestando a licor.  Él, por descontado, no hubiera imaginado jamás que tras la puerta le esperaba una muchacha desnuda de muslos para abajo y de muslos para arriba disfrazada de mosquetero.
    - ¿Se trata de una broma? No hay dinero para ti, mujer, vuelve por donde has venido que ni voy a tomarte ni quiero.
    Y le cerró la puerta en las narices.


...

4 comentarios:

  1. A esta versión alternativa del relato de Dumas le faltará la profundidad de Alba y Toni, pero le gana en gracia y salero :-D

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  2. Que mal educado, que forma de tratar a una damisela en apuros, ¿o sera que esta acostumbrado a recibir mujeres de la mala vida?

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    Respuestas
    1. Athos es un misógino de cuidado debido a su experiencia traumática con Milady ^^'

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