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lunes, 29 de noviembre de 2010

Contra el odio, desahogo

Será el frío que hace más difícil los pensamientos civilizados, será que me cabrea tener que abandonar el edredón calentito para aguantar estupideces, a lo mejor es que no he descansado bien esta noche. Sea como sea, tengo una ira dentro que... grrr...

Hoy no soy precisamente Dulcinea, no sé qué porción hormonal habrá en todo este asunto, pero llega un momento en que los sentimientos acumulados dentro tienen que salir. Y con mi jefe tengo una de acumulados... Pensé que habíamos superado nuestra guerra fría pero es que me tira una detrás de otra. Vamos, que no me cae bien y yo a él tampoco desde que descubrió que tengo más cerebro que tetas y una personalidad a prueba de balas. Soy como un roble, un heraldo de admirable nobleza, insobornable, infranqueable. Debe resultar terrible compararse conmigo pero no pienso cambiar sólo para que el jefe no sufra de complejo de hermanastra malvada.

Na, que me gusta la gente transparente. Si alguien quiere ir de listo, que vaya, pero que haga el favor de no infravalorarme, de no creerse que de la misa no sé la mitad. Mucha crisis, mucha crisis, pero ahora toca hacer chanchullos con la venta de material para que no den beneficio, que luego tocar pagar impuestos. Ah, amigo, y no sería más fácil y justo subirle el sueldo a la empleada de turno (la moi) que es la causante de este beneficio y así generar mayor gasto. Uy, no, qué va, que la chica no se lo merece, a pesar de no faltar nunca a trabajar, de llegar siempre puntual y salir cuando la dejan, de tratar de maravilla a los clientes y congeniar con los proveedores, de aguantar reclamaciones que ni le van ni le vienen, y de encargarse de todo y de que todo funcione bien, no, ella no se lo merece. Págale lo justo y el último día, aunque haya dinero en el banco, no se le vaya a subir a la cabeza. Vamos, que todo el mundo sabe que mileurista se nace, no se hace. Mileurista eres, mileurista te quedarás. Que los trabajadores son como perros, les lanzas el trozo de pan duro que te sobró en la cena, y ya los tienes babeando a tus pies moviendo la cola. ¡¡Y más en estos tiempos de crisis!! A gracias Dios que tienen trabajo, tendrían que ser más humildes, agachar la cabeza y dejar de protestar tanto. ¡¡A quien coño le importa si han subido los precios, la hipoteca sigue picando y a los niños se les ha quedado pequeña la ropa!!

Al jefe desde luego que no =P

(fragmento de "Sueño de una noche de Otoño" by Chespir - por si hay lectores indiscretos, juju)



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