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lunes, 22 de noviembre de 2010

Miguel, 15 años en la calle


Además del libro que tengo en la portada del blog, "El Ocho", que por cierto, me está costando un poco acabar de tan largo que es (y no es porque no sea interesante, que lo es y mucho, pero esto de leer acostada en la cama, con la cabecita acomodada en la almohada y abrigada con el edredón... uah... da mucho sueño), leo también aquellos cómics que llaman mi atención en la biblioteca.

El último que cayó en mis manos este fin de semana ha sido "Miguel, 15 años en la calle", obra autobiográfica de Miguel Fuster, un dibujante de cómic profesional que, por mala suerte y malas decisiones, se vio malviviendo de indigente en las calles de Barcelona y alrededores. En realidad, más que un cómic es una novela gráfica, que es como se le llama ahora a todo lo que tiene un formato híbrido o gasta más literatura de la que algunos consideran imprudente en un tebeo. Aunque más que literatura, este cómic (y a mucha honra) rebosa de trágica realidad.

No tiene nada que ver con lo que he leído hasta ahora. De grafismo perturbador, Miguel ya no está para monerías, y de texto no menos desgarrado, es abrir la primera página y quedarte de piedra sentada en el sitio. Es una obra que apesta a humanidad, y lo digo como un elogio. La humanidad de Miguel, sucumbida a la adicción al alcohol, puesta a prueba día a día, y la humanidad del lector, que no puede evitar pensar por unos momentos en ese mendigo de su barrio que cada noche se monta su vivac en el cajero de la esquina. Sí, sí, ese que nos hastía con su presencia, tal vez nos de pena, tal vez rabia de verle tan poco capaz de acabar con su lastimosa situación o simplemente nos recuerda que el mundo en el que vivimos es imperfecto e impredecible.

Lo más escalofriante es saber que también te puede pasar a ti. ¿O acaso pensabais que la gente que duerme en el banco ha estado siempre sola y sin casa? No, han tenido familia, amores y trabajos, algunos muy buenos trabajos. Han estado en el lado bueno y tan sólo un resbalón, un mal paso, los ha conducido a la pesadilla. Qué frágil es la línea que separa la cordura de la locura. Qué frágiles somos en realidad.

Aquí tenéis el blog de Miguel Fuster, en el que sigue vaciando su alma de recuerdos. Y también el de la fundación Arrels, en Barcelona, que son un grupo de profesionales y voluntarios dedicados a rescatar indigentes de las calles y devolverles una vida, no la que tenían, pero una vida al menos.

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