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viernes, 4 de mayo de 2012

El Hipnotizador de La Ribera (7)



Un mal sueño, me dije, sólo ha sido un mal sueño, pero el sueño se repitió durante toda la semana aunque con detalles diferentes.

El mismo cochero iba a recogerme y me llevaba al piso del barrio de La Ribera, donde me esperaban como siempre el caballero de rostro borroso y las tres mujeres.  Algunas noches me volvía a tumbar sobre la mesa y dejaba que me inspeccionaran.  Otras, me hacían bailar dando vueltas y levantarme el camisón por encima de la cintura mientras las señoritas reían y exclamaban groserías, para luego abalanzarse sobre mí y ser igualmente bruscas en sus caricias.  La morena gustaba de aplastarme, amasarme y encajar con rudeza su rodilla entre mis piernas.  La que tenía cara de niña, más delicada pero más malvada, disfrutaba pellizcándome y tirándome el pelo, cuando no, me azotaba con un cinturón fino o dibujaba caminos con la cera caliente de las velas en mi vientre.  En la única en la que podía confiar, si resultara prudente confiar en las fantasías, era en la pelirroja que, aún participando y gozando de aquella actividad inmoral,  frenaba a las potras si se desbocaban en exceso y se ofrecía voluntaria a sofocar los ardores del caballero.  Además, sus besos eran dulces y me transportaban a un verdadero descanso.

Sufría pensando que toda esa barbarie surgía de mi imaginación, alterada tal vez por el accidente o por alguna enfermedad oculta.  Probé, para calmar mis pesadillas, a leer alegres cuentos infantiles antes de acostarme.  Probé hierbas relajantes pero no sólo no me ayudaban, sino que me hacían más propensa a abandonarme a las órdenes de aquellos monstruos en vez de, por lo menos, debatirlas en mi subconsciente.  Probé a mantenerme despierta a base de café hasta que mis nervios se quebraron.  Hiciera lo que hiciera, no conseguía dejar de soñar y cada día estaba más agotada, más pálida y triste.

De alguna manera, ese ángel de cabellos rojizos que me guardaba, quiso ayudarme antes de que perdiera la razón y una noche habló con el caballero:

    - Deberíamos dejarla por un tiempo, parece enferma.
    - Sólo me funciona con ella, no pienso soltar los hilos ahora que estoy tan cerca.

Y dicho esto, me ordenó que me pusiera a cuatro patas, como los animales, y abriera las piernas.

    - Tal vez no pueda entrar aquí - y presionó la yema del dedo contra mi virginidad -, pero por aquí nadie echará en falta nada - y me introdujo bruscamente el dedo donde jamás hubiera imaginado, paralizándome de dolor.

¿Quería ese fantasma de mi mente poseerme a contranatura?  Semejante atrocidad no podía haber salido de mi cabeza, no, me negaba a creerlo.  Por un momento sentí que el velo sobre mi conciencia caía y que el dolor se volvía real.  Me quejé.

    - ¡Ay!

El hombre se detuvo asustado pero su dedo seguía atrapado en mi interior.  La pelirroja me abrió con cuidado estirándome la piel con sus manos y el caballero huyó.

    - “Por aquí” también la romperá, señor - le respondió ella en tono poco apropiado para su condición de sirvienta.
    - ¡Calla!  ¡Al suelo todas!

Estaba furioso y las hizo colocar una a lado de otra  en mi misma postura para irlas tomando con el frenesí de su ira.  Sin embargo, al llegar a la pelirroja que le había humillado, sin previo aviso, aunque es de creer que una mujer de su clase había aguantado todo tipo de perversiones, le entró donde creía que le dolería.
- A ti no voy a romperte ¿verdad?

Pero ella no se quejó en ningún momento, contuvo la respiración y esperó a que el caballero se vertiera y se tranquilizara.

Dios mío, mis pesadillas comenzaban a parecerme demasiado peligrosas hasta para sufrirlas dormida.  Tenía que encontrar el modo de parar aquello.

4 comentarios:

  1. El hipnotizador se esta desesperando demasiado y le va a hacer algo de lo que ni la pelirroja va a poder protegerla.

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    1. Y eso que al principio parecía atractivo pero se está convirtiendo en una fiera imprevisible. No sé si la pelirroja pueda salvarla siempre pero veamos si es la propia protagonista la que encuentra la manera de liberarse ^^

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  2. Debería doblar su ración de cuentos infantiles antes de acostarse. Imposible que eso falle.

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    1. Hay cuentos infantiles excesivamente eróticos y perversos. Un lobo que se disfraza de abuela y se mete en la cama con Caperucita es de lo más... perturbador =P

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