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jueves, 17 de mayo de 2012

El Hipnotizador de La Ribera (9)



Así hice.  Mi cuerpo giraba al son de ninguna música mientras mis manos, traidoras a mi voluntad, desabrochaban primero la falda, luego la camisa...  Mis preciosos vestidos, el escudo diario que me daba la confianza necesaria para enfrentarme a un mundo en el que no había lugar para mí, fueron quedando desparramados en el suelo, olvidados, ultrajados por mis pies.  Cuando perdiera toda la ropa, sería pasto de las fieras una vez más.

    - El corsé... - me indicó con un gesto el caballero.

La cinta se me enredaba entre los dedos, resistiéndose...

    - Nuestros invitados están impacientes...

No lo conseguiría.  Por alguna razón desconocida había convertido el lazo en un nudo.

    - ¡Ahora!

Pero la orden era tajante.  Me dirigí hacia la mesa y tomé un cuchillo.  Los caballeros exclamaron asustados, incluso mi dominador palideció.  Corté la cinta y el corsé cayó como plomo, desmayado, asesinado por mi propia mano.  Volví a dejar el arma sobre la mesa y seguí danzando.  Pero la sed de sangre se había despertado en mí, no me mostraría fácil ante mis torturadores, arranqué con los dientes los botones de la camisa, desgarré el encaje de las enaguas y mi uñas abrieron surcos en los pantalones.  Me despojé furiosa de aquellos trapos y los lancé hacia el público que parecía visiblemente asustado.  Agazapada como un animal les miraba directamente a los ojos aunque no podía verlos con claridad.

    - ¿Qué le pasa? - susurró uno -.  ¿Forma parte del espectáculo?

Mi caballero reaccionó rápido:

    - Tócate hasta sentirlo.

No entendía la orden y me limité a acariciarme los hombros, cubriendo en parte mi desnudez.  Tanta inocencia le exasperó y mandó a la pelirroja instruirme.  Ella era paciencia infinita.  Me ayudó a tumbarme en el suelo, estaba frío, me separó las piernas con dulzura y tomó mi mano entre la suya llevándola hacia el bajo vientre.  Sus palabras de ánimo, tenues para que sólo yo pudiera oírlas, me guiaban en esa selva desconocida que era mi propio sexo mientras sus dedos enlazados con los míos dirigían los movimientos.

    - Bien, Malena, aquí más suave... Todavía no fluyes, vamos a ayudar un poco con saliva - y chupó mis dedos -.  Acaricias así... por aquí también...  Mira, ya resbala, no entres mucho, tú no... Sube... Ahora está duro...  Suave, concéntrate, no hay prisa...  ¿Lo sientes?

Sí, sentía su aliento cálido en la oreja, en la boca, la temperatura de su cuerpo que había aumentado a la par que la mía, le ardían las manos, y algo más.  Aquello que nació de mí la primera noche y que quedó encerrado en alguna celda oscura, cuya llave sólo poseía el caballero, abrió la puerta y se fue acercando.  Estaba asustada, temía que esa fuerza misteriosa me engullese y me hiciera desaparecer.  Tal vez ya no despertaría nunca, quedaría atrapada en el limbo.

La pelirroja leyó mis temores.

    - Shhh... piensa sólo en mí...

...

2 comentarios:

  1. ¡Oh, no, hemos perdido el corsé!
    ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO!
    ;-)

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    Respuestas
    1. ¬_¬

      (y no digo nada más porque diga lo que diga va a sonar a pelea directa xD)

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