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jueves, 8 de noviembre de 2012

Psicoanálisis: ¿quien soy?



No llevo todavía ni dos semanas célibe (y las que me quedan... 50, aunque puede que le coja el gusto) y ya he empezado eso que Freud daba a llamar autopsicoanálisis.  A mí Freud me la suda, todo sea dicho, pero su contemporánea, Lou Andreas-Salomé, psiconalista también y escritora, era una mujer a la que admiro muchísimo.

El hecho de encontrarse de pronto sola... Ah, miento como una bellaca, en mi casa se puede sentir de todo menos soledad, somos familia numerosa (dos gatos, un preadolescente y una artista loca).  Sola, sola no estoy y dudo que lo esté algún día, pero saberse con el corazón entero para uno mismo da sensación de vértigo y de verse pequeño en el basto mundo.  Como no he de pensar en nadie más que en mí misma (en los hijos se piensa de forma inconsciente, no cuenta), en mis necesidades, en mis deseos, descubro parajes de mi interior que desconocía o había relegado a segundo plano.  Por el mismo motivo estoy receptiva a los mensajes que llegan del exterior... Uh... Cuarto Milenio... jujuju, no para nada.  Se trata de mensajes insignificantes de una película, una serie, un garabato en la pared... que te pillan en el momento susceptible y te dan a pensar.  El mensaje que me martillea ahora mismo la cabeza es una frase de Sherlock Holmes: "estoy casado con mi profesión".

En mi caso diré que quiero casarme con el arte, para que no haya confusiones.  Es el arte el único amante por el que estoy dispuesta a sacrificar mi tiempo, mi pasión, mi cariño.  Al que traiciono y vuelvo, reincidente crónica.  Hace años ya lo sabía pero la sabiduría es pasajera, se olvida fácilmente cuando aparecen mariposas en el estómago.  Sabía que mi pasión era excesiva para cualquier mortal; sabía que nadie podría corresponderme ni darme realmente lo que necesitaba porque lo que necesito es sentirme viva y depende de mí, no de otros;  sabía que era egoísta y egocéntrica, por muy servicial y atenta que me mostrara en pareja, y que tarde o temprano saldría huyendo asqueada de darme tanto a otro.  Todo eso sabía y sigo sabiendo.

Puede que esté siendo un poco dura, aunque visto lo que pasa cuando me pongo blandita y los destrozos que causo, más me vale tratarme siempre con la vara de la Rotenmeyer.  Es verdad que he tenido un año muy intenso sentimentalmente y ha acabado por agotarme, pero también es verdad que la intensidad la llevo dentro y hace más servicio a la humanidad reflejada en un papel que golpeando corazones a diestro y siniestro.

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