"Muchacha en la ventana" by Murillo
El choque de la puerta le hizo saltar del susto. Sus pechos sacudidos por la respiración agitada y más allá la fría noche que amenazaba con tragársela. Sin dinero, medio desnuda y a cargo de un jamelgo desfallecido. ¿Qué posibilidades había de que llegara viva al mediodía de mañana donde sus amigos podrían prestarle ayuda? Pocas. Su salvación dependía del aquí y ahora y de que pudiera convencer al amo de la finca. ¿A ese? -pensó D’Artagnan-. A ese no lo conmueve ni un coro de monjitas llorando, habría que tratar el asunto por la fuerza.
- ¡Abrid! ¡Abrid, malnacido, hijo de perra sifilítica, canalla de poca monta! ¡Abrid o tiro la puerta abajo y con ella estampo vuestra jeta contra el suelo! ¡Abrid he dicho! -gritaba como posesa la muchacha acompañando sus insultos de patadas-. ¡He conocido cerdos más gentiles y ratas con más educación!
Pero nada, el mosquetero la ignoraba por completo hasta que ella agarró
una piedra y la estampó contra el cristal de la ventana enrejada, que
estalló en mil añicos.
- ¡Así os muráis de frío como permitís que lo hagan las amigas de
vuestros amigos! ¡Apestáis más que un pelo en el culo de Belcebú!
Y la puerta se abrió de golpe.
- ¡Ah, bellaca, ramera, voy a cerrarte la boca a bofetadas! -y el
mosquetero apareció arremangado y preparado para la acción.
- ¡No esperaba menos de un cobarde!
Pero D’Artagnan no aguardó a que viniera por ella, fue directa a su
objetivo, esquivando al hombre y colándose por una rendija, entró en la
casa y corrió hasta el fondo del pasillo.
- ¡Aquí, señor! ¡Aquí ando! ¡Venid a por mí si la borrachera os lo permite!
- ¡No te quedará trasero para sentarte cuando acabe contigo!
- Más respeto, señor, que estáis frente a una dama... -y comenzó a
tirarle cualquier objeto a su paso-. Bonito jarrón... ¡Ahí va!
¡Cuidado que vuelan botas! ¡Adios silla!
- ¿No te cansarás, mujer? ¡Me vas a dejar sin casa!
- ¡Ni para vos ni para mí, es lo justo! -pero se quedó sin más objetos que lanzar, sólo una mesa demasiado pesada.
- ¿Agotada?
- Ni por asomo, sois vos el que jadeáis como una buscona en un cuartel.
D’Artagnan interpuso la mesa entre los dos y esquivaba sus agarres con graciosos movimientos.
- Habéis estado cerca, probad otra vez... Casi... A la derecha, señor,
a la vuestra no, a la mía... Ops... Si os robo un beso me gano vuestra
rendición.
- ¿Qué?
La intrépida saltó por encima de la mesa con la agilidad de una gata y
fue a plantarle un beso en los morros al mosquetero para escapar después
de su alcance.
- ¿Pero qué?
- Vuestra rendición, caballero, lo prometido es deuda.
- ¡No he prometido nada!
Se miraron con fiereza los dos y supo el mosquetero que a determinación no la ganaría jamás.
- ¡Oh, basta! No tengo edad para estos juegos -levantó la silla del
suelo y se dejó caer-. ¿Qué es lo que quieres de mí, mujer?
Ella le extendió la mano en un gesto de confianza.
- Mademoiselle D’Artagnan para serviros.
Y él se la estrechó en rendición.
- Athos.
- ¿Marqués, conde de...?
- Sólo Athos.
- Bien, sólo Athos, vuestro amigo Porthos me encomendó a vos para que me dierais alojamiento y comida por esta noche.
- ¿Alguna carta que de fe?
- Guardada en mi falda, que acabó empapada en el río y que
además sirvió de camuflaje a otro de vuestro regimiento...
- No quiero saber más, hasta hablando me agotáis. ¡Grimaud!
Al momento apareció un criado desgarbado y mal vestido, peor que su amo.
- Pon un plato más en la mesa, la moza... er, la señorita se quedará a cenar y a dormir.
- ¿En vuestro cuarto, señor?
- ¡No! - gritaron D’Artagnan y Athos a la vez.
- En el tuyo, asno, tú dormirás en la cocina.
- ¡Oh! - exclamó D’Artagnan -. Con una casa tan grande y tantas habitaciones pensé...
- No están habitables y no penséis, no es propio de vuestro género.
Seguro que fue por pensar demasiado que habéis perdido la falda.
- Fue el corazón y no la cabeza el que me ha llevado a este desatino - gruñó la damisela.
- Comed y dormid lo que queráis pero sólo os pido una cosa, cerrad ese hermoso pico y dadme un respiro.
- Pero...
- ¡Chitón!
Athos me ha decepcionado, pensé que aquí iba a haber amor salvaje, bueno la noche aun no acaba.
ResponderEliminar¿Amor salvaje con Athos? Jajaja, no sé yo, siempre ha sido el más serio de los mosqueteros ;)
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