Acabada la cena y con poca conversación del huraño anfitrión, decidió D’Artagnan dar por finalizado el día y marcharse presto al catre del buen Grimaud. Ya sus ropas prestadas despojaba, ya su maltrecha camisa descansaba en el respaldo de la silla y su agotado cuerpo se hundía en el cálido colchón de lana, cuando un picorcito vino a sobresaltarla. Primero en el hombro, cintura, piernas… y aún en el monte rizado.
- ¡Pica! ¡Pica! - se revolvía la muchacha del derecho y del revés desmontando sábana y mantas. Se levantó de golpe con los nervios en punta -. ¡Ah! ¡Esta ciudad me odia! - e iba el picor saltando de extremo a extremo y haciéndola bailar como alma que lleva el diablo -. ¡Socorro! ¡Grimaud! ¡Mi señor! ¡Ayudadme que enloquezco!
- ¡Qué os pasa ahora, señora! - acudió presto el criado en ayuda.
- ¡Lo que habita en tu cama me ha atacado a traición!
- No culpéis a la pulga de querer darse un atracón, acostumbrada como está a la carne dura y vieja. ¡Aigh, quien fuera pulga!
- ¡Calla, bribón! ¡Sácamela de encima o te muelo a palos!
- El palo os lo daría yo si del poco uso no lo tuviera atrofiado -suspiró Grimaud-. Pero, ea, que no se diga que este viejo no supo calmar los picores de una joven. Decidme, señora ¿por dónde?
- Aquí, detrás de la espalda… ¿la ves? Pero rasca, hombre, no me dejes con las ganas.
- Rasco, rasco.
- ¡Corre! ¡Ataca el muslo! ¡Pero no hinques el diente so burro!
- Por uno que me queda que no quede...
- ¿Qué jaelo es éste? - monsieur Athos apareció por la puerta y los ojos como platos se le pusieron ante la escena: la bella desnuda y el desdentado amorrado a su pierna.
- Llegan los refuerzos… - suspiró con poco alivio el viejo desdichado.
- ¡Ah, gracias a Dios! Tal vez entre los dos la agarréis - exclamó la pulgosa.
- A Dios y la maldita providencia culpo de tan desatinada noche. ¡Grimaud, a la cocina! - cabizbajo y arrastrando los pies obedeció el criado a su amo. Athos cerró la puerta de golpe y casi se arrancó la casaca a la vez que la tiraba con violencia al suelo-. A vos os agarro y os quito las ganas de jaleo.
- ¡Oh! - se le cortó la respiración a la joven al ver desabrocharse el cinturón al mosquetero y blandirlo en el aire.
...
Ja,ja, es que Athos quiere matar a la pornopulga con el cinturón o es que acaso quiere jugar un tanto rudo con la joven D’Artagnan?
ResponderEliminarJajaja, al pobre Athos le fastidiaron la noche tranquila y sosegada que esperaba.
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